jueves, 9 de noviembre de 2017

Wonder



Hace nueve años, Raquel Jaramillo Palacio, una norteamericana de ascendencia colombiana, tuvo un encuentro fortuito que cambió, literalmente, su vida. Salió a la calle a tomarse una malteada con sus dos hijos, Caleb y Joseph. Caleb entró en la tienda mientras ella y el menor se quedaron esperándolo afuera.
De repente, se dieron cuenta de que a su lado había una niña con el rostro deforme. Al verla, Joseph, que en ese entonces tenía tres años, empezó a llorar a todo pulmón.
Raquel entró en pánico, lo movió en su coche para alejarlo y no causarle más daño a la niña, pero de la prisa empujó a Caleb, que llegaba en ese momento con las malteadas. Todo cayó al piso. Solo escuchó la voz de la madre de la niña decir en un tono tranquilo: “Es hora de irnos”. 





La escena se repetía una y otra vez en su mente. Pensaba cómo sería la vida de alguien que tuviera que aguantar cientos de veces ese tipo de situaciones a diario. Pensaba en por qué no había actuado de otra manera, por qué había huido y no les había explicado a sus hijos lo que había pasado.
Esa misma noche, en la radio sonó la canción Wonder, de la artista estadounidense Natalie Merchant. “Han venido médicos de ciudades lejanas solo para verme y agacharse sobre mi cama sin creer lo que veían. Dicen que debo de ser una de las maravillas de la creación de Dios, pero son incapaces de ofrecer una explicación”, dice un fragmento de dicha canción. En ese momento supo que tenía que escribir una historia.
Esa fue la semilla que, meses después, dio luz a Wonder (La lección de August, en español), su primera novela, que empezó a redactar todas las noches en su casa, sagradamente, luego de llegar de su trabajo como diseñadora gráfica en una editorial y de prepararles la comida a sus hijos y a su esposo. Cuando todo estaba en silencio se ponía a escribir en su computador hasta la madrugada.
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DESDE BROOKLYN
Raquel responde al otro lado de la línea telefónica en su apartamento de Brooklyn, en Nueva York. Su español es casi perfecto, aunque a veces se le olvidan ciertas palabras. Son las 3:30 de la tarde y su vida ya no es como antes. Pasó de tener un trabajo normal, de 9 de la mañana a 5 de la tarde diseñando portadas de grandes escritores, a escribir sus propios libros, a dar conferencias alrededor de Estados Unidos y a convertirse en una figura para hablar sobre el matoneo infantil. Demasiadas cosas en muy poco tiempo.
Cuenta que nació en Queens y es hija de inmigrantes colombianos. Su padre, de origen antioqueño, trabajaba en la industria editorial, y su madre, barranquillera, era secretaria de una compañía norteamericana, hasta que a comienzos de los sesenta decidieron emigrar juntos a Estados Unidos. Ha venido pocas veces al país –la más reciente fue en junio pasado, cuando se reunió con sus parientes colombianos, a quienes no veía desde hacía varios años–.
Advierte que nunca sufrió de bullying en la escuela. “Siempre he tenido una boca muy grande para defenderme”, dice entre risas. Reconoce que los libros han estado presentes en su hogar. Devoradora de grandes clásicos, de adolescente comenzó a escribir historias de ficción, que guardaba en su mesita de noche, pero que nunca terminaba. Cuando salió del colegio decidió estudiar Diseño en Parsons Schools. “Pensé que para mí era fácil escribir, pero necesitaba aprender a dibujar”, afirma. Su gran inspiración, dice, era el francés Antoine de Saint-Exupéry, autor de El principito.
Durante veinticinco años de su vida trabajó en varias editoriales. Su labor era diseñar portadas de grandes escritores como Paul Auster y Salman Rushdie –confiesa que una de sus favoritas es la que hizo para Mason and Dixon, de Thomas Pynchon–. Su esposo, Russell Gordon, editor de libros infantiles, fue un gran apoyo y, por supuesto, el primer editor del texto. “Lo más difícil de escribir para niños es no tratarlos como tal. Creo que es una lucha, porque en muchas ficciones infantiles hay una tendencia a tratarlos como si no fueran gente. Uno puede hablarles simple, pero con temas universales, porque lo entienden perfectamente”, dice.
DEL PAPEL AL CINE
Con el paso del tiempo, el libro tomó fuerza más allá del papel. La editorial Random House decidió crear una campaña que denominó “Choose kind” (Elige la bondad). “La campaña comenzó porque más que contar la historia de un niño con un rostro deforme, el libro cuenta una historia sobre la bondad humana y cómo es lo único que nos puede salvar en la vida. Ese muchachito la necesita, pero en el fondo todos la necesitamos. Eso fue lo que los profesores y las personas captaron y así creció el movimiento. Mi casa editorial montó un sitio web para que los niños escucharan y contaran su experiencia de maltrato escolar. En Estados Unidos hemos creado, además, en varias ciudades, un día al año para que la gente elija la bondad y sirva para concientizar a los niños de no hacer matoneo”, explica.
En otros países, como España, la lectura del libro también se ha convertido en todo un fenómeno. Luego de que el entrenador Pep Guardiola lo recomendara en una entrevista, el libro se agotó. “Ya no sé qué decir, soy muy bendecida. No sé exactamente por qué el libro encontró tanta audiencia. Sé que en Brasil es muy popular, en países como Indonesia, China y Alemania también fue muy bien recibido, pero no tengo la menor idea si en Colombia es conocido”, cuenta.
R. J. Palacio, como firma sus libros, da conferencias sobre el tema en las escuelas. “Utilizo el libro como el principio de una charla de bondad. Y de ahí hablo sobre el tema, cuento historias sobre la importancia de tener coraje para actuar bien, especialmente en niños que tienen entre los diez y los doce años, pues actualmente hay muchas presiones para que no se ayuden unos a otros. Hay que tratar de cambiar eso”, reconoce.
En las charlas también les lee un correo que le envió una señora de 92 años. “Cuando leyó el libro, la señora se acordó de un episodio de matoneo que sufrió a los 13 años. Así que siempre les leo esa carta a los niños y les digo si quieren que alguien que tenga 80 años los recuerde porque le hicieron algo malo o algo bueno”.
A estos logros se le suma que le compraron los derechos del libro para hacer una película. La actriz Julia Roberts interpretará a la mamá de August y el niño será Jacob Tremblay, quien saltó a la fama en 2015 por su papel en la película La habitación. El director, además, es Stephen Chbosky, el mismo de Las ventajas de ser invisible. “Realmente no he participado mucho en el guion. Los productores son muy buenas personas, pero yo soy solamente la autora del libro”, dice. Se espera que la película se estrene en abril del año entrante.
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MÁS LIBROS
Mucha gente, tanto niños como adultos, querían seguir leyendo sobre la vida de August Pullman. Querían una saga, más historias. Pero Palacio siempre se negó. “August estaba muy contento cuando se graduó de quinto grado, así que pensé que no tenía nada más que decir. Como lector, uno puede pensar que la vida para él siempre va a ser una lucha, siempre va a ser difícil, pero él tiene lo que él necesita en su corazón, con su familia, con sus amistades. Sé que va a estar bien en la vida. Wonder era solo un año en su vida”, confiesa.
Sin embargo, tuvo una idea. Publicar varios libros con las historias de vida de algunos de los personajes que aparecen en Wonder. Uno de los más llamativos es el de Julian, el niño que trata cruelmente a August. “Julian es el malo, pero él también tenía una historia que contar, que no lo justifica, pero al menos podemos comprender por qué actuaba así. En realidad, quería entenderlo un poquito más, quería tener un poquito de compasión”, dice.
Otro de los libros que publicó fue sobre uno de los profesores del colegio, el señor Brown, a quien le gustan los preceptos. “Son guías para vivir inspiraciones sobre la vida. Hay 365, uno para cada día del año. Son simples pero profundos al mismo tiempo”.
Hasta hace poco renunció a su trabajo para dedicarse de lleno a escribir. Dice que tiene miles de ideas. “Ya estoy escribiendo otra novela, pero aún es un secreto, ni mi editora lo sabe”. Obviamente, ya tiene entre el tintero un proyecto de un libro-álbum para hacer también las ilustraciones. “Solo espero trabajar un poquito más rápido”.

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