¿Quién estaría dispuesto a cantar si estuviera dentro de una jaula y, además, a hacerlo con alegría? ¿Somos empáticos con lo que nos rodea: personas, animales, naturaleza en general e incluso objetos, apelando a la teoría animista de Aristóteles y a la relación estética con ellos?
Los griegos no hacían referencia al término «empatía», aunque ya se referían a experimentar, «vivenciar» desde uno mismo las emociones de los otros. Más recientemente, Theodore Lipps difundió el concepto «empatía» («Einfühlung»), definido como la representación interior de un modelo, que lleva a la comprensión del mismo.
El DRAE también define «empatía» como «Identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro», y los avances en la neurociencia aportan conocimientos al proceso empático con el descubrimiento de las neuronas espejo. Estas fueron descubiertas por Giacomo Rizzolatti y suponen la base neurológica de la tendencia a la imitación social que nos garantiza la inclusión en la sociedad. Dotan de significado nuestros actos y los de los demás, por lo que estas neuronas nos permiten comprender y establecer vínculos mentales y emocionales con otros, lo que de manera coloquial expresamos como «ponernos en el lugar del otro».
Las repercusiones de la empatía en la educación son muy relevantes y deberíamos tener presente que esta supone un refuerzo de los modelos sociales como consecuencia de la tendencia a la imitación (sin olvidar la capacidad creativa y los componentes personales que nos diferencian), así como la comprensión de los demás o la mejora de la confianza y de la autoestima al ser entendidos.
El fomento del trabajo colaborativo es una forma idónea para trabajar la empatía de los chicos en el aula, pues exige poner en común los puntos de vista de los demás y comprenderlos.
Por otra parte, cabe preguntarnos, ¿por qué en circunstancias en las que casi todas las variables están controladas en el aula (objetivos, metodología, clima humano, recursos, etc.) la experiencia enseñanza-aprendizaje resulta a veces insatisfactoria?, ¿por qué sucede, si como docentes hemos actuado adecuadamente? Las respuestas pueden ser muy diversas y derivadas de diferentes análisis y perspectivas, pero en la comunicación didáctica docente-alumno hace falta siempre empatía: una comprensión sutil que nos conecta con los otros al percibir sus necesidades, estados psicológicos, emociones, etc. y con nosotros al interiorizar a los demás desde sus perspectivas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario